Mujeres africanas denuncian engaño y explotación en fábricas de drones rusas
Mosaico
Adau, una joven de 23 años originaria de Sudán del Sur, descubrió en su primer día de trabajo en Rusia que había sido engañada. Llegó a la Zona Económica Especial de Yelábuga, en la República de Tartaristán, con la expectativa de un empleo profesional, pero pronto se encontró trabajando en la fabricación de drones militares.
"Recibimos nuestros uniformes sin saber exactamente qué íbamos a hacer. Desde el primer día nos llevaron a la fábrica de drones. Entramos y vimos drones por todas partes y gente trabajando. Luego nos asignaron nuestras estaciones", relata Adau.
Ella fue reclutada a través del programa Yelábuga Start, una iniciativa que supuestamente ofrece capacitación profesional en logística, hotelería y servicios de alimentación a jóvenes de entre 18 y 22 años, principalmente de África, aunque también ha extendido su alcance a América Latina y el sudeste asiático. Sin embargo, el programa ha sido acusado de prácticas engañosas y de obligar a las participantes a desempeñarse en condiciones peligrosas con salarios inferiores a los prometidos. Los organizadores niegan las acusaciones, aunque admiten que algunas empleadas colaboraban en la producción de drones.
Más de 1.000 mujeres habrían sido reclutadas desde distintos países africanos para trabajar en fábricas de armas en Yelábuga. En agosto, el gobierno de Sudáfrica inició una investigación y advirtió a sus ciudadanas sobre los riesgos del programa.
Adau asegura que se enteró del programa a través de una publicación de una amiga en Facebook, que compartía un anuncio del Ministerio de Educación Superior de Sudán del Sur sobre becas laborales en Rusia. Tras un largo proceso de solicitud y visa, llegó a Yelábuga en marzo del año pasado.
“Al principio, todo parecía increíble. Vi fábricas, empresas de agricultura y automóviles. Me impresionó la zona”, recuerda. Sin embargo, los tres meses de clases de ruso previos al trabajo no evitaron que la realidad laboral fuera distinta a lo prometido.
Las participantes fueron asignadas sin opción a trabajar en la fábrica de drones, bajo acuerdos de confidencialidad que les impedían informar a sus familias. "Todas teníamos muchas preguntas. Firmamos para trabajar en áreas técnicas, pero terminamos en la fábrica de drones", relata Adau.
Expertos en seguridad internacional confirman que la Zona Económica Especial de Yelábuga produce drones Shahed 136 de fabricación iraní, que Rusia ha utilizado en conflictos militares. "Rusia ha reconocido abiertamente la producción de estos drones", señala Spencer Faragasso, del Instituto de Ciencia y Seguridad Internacional.
Adau sufrió incidentes graves durante su estancia. Pintó drones con químicos que le quemaron la piel y, semanas después, la instalación fue atacada por drones ucranianos, lo que obligó a las trabajadoras a huir del hostal donde vivían.
El salario prometido de 600 dólares mensuales se redujo drásticamente tras deducciones por alojamiento, transporte, clases de ruso y otras penalizaciones. "Muchas mujeres quedaron varadas, sin dinero suficiente para regresar a casa", dice Adau.
Aunque algunas participantes reportaron experiencias más positivas, Adau califica su paso por el programa como devastador. "Me sentí horrible. Lloraba cada día pensando en que estaba ayudando a construir algo que causa tantas muertes", afirma.
Fuente: BBC
